Nací en 1975, hija de una secretaria y un peluquero. Mis padres se conocieron en la secundaria nocturna y a principios de junio del 74 me concibieron en Cantamar, una playa de olas bravas que está rumbo a Ensenada. Mi papá era muy bueno para las matemáticas, estaba medio loco y había muchas cosas torcidas en su cabeza. Era también un buen analista de la historia y de las personas, muy atinado en sus insultos y sarcasmos. No me heredó nada material, al contrario, siempre que pudo me robó alguna cosa. Cuando estaba en su juicio me ayudaba a hacer la tarea y me explicaba las lecciones de ciencias sociales, fue él quien me enseñó el significado de la Independencia de México: cada año salía al balcón del cuarto piso del edificio de Infonavit donde vivíamos y justo cuando estaban tronando los cohetes en el Palacio Municipal gritaba, con la bandera de México en la mano: -¡Pueblo, vayan y chinguen todos a su madre!, y se metía muy serio a la casa.
Desde la ventana de ese departamento se veía un cerro despoblado donde ya era Estados Unidos, justo a un lado de la Colonia Libertad. Muchas tardes se quedaba ahí mirando cómo la migra correteaba con sus caballos, con sus trocas y sus helicópteros a
los pollos que intentaban cruzar hacia
Los y decía: -Nunca voy a ir a ese méndigo país, después se aventaba sus discursos sobre la libertad y terminaba hablando mal de los políticos mexicanos.
Mi mamá en cambio hablaba poco. Estaba siempre ocupada en su trabajo y en la limpieza. Sin embargo, cuando tenía tiempo en las noches nos leía cuentos y nos compraba comics en el mercado. Gracias a eso aprendimos a leer muy pronto. Ella procuró hacerse de varias enciclopedias infantiles para nosotras, que yo devoraba de inmediato.
A mí me encantaban la historia de los planetas, todo lo relaciondo con el origen de la Tierra y con la formación de los continentes. Después, me volví lectora de los orígenes del ser humano, de sus estrategias y modos desde la prehistoria. Es curioso, pero en realidad fui más lectora de ciencias naturales que otra cosa hasta que llegué a la preparatoria y empecé a leer filosofía: primero a Marx y después a Sartre. Ya en la universidad, otro autor que hizo crecer mi conciencia fue Kafka y un poco más tarde Foucault y Wallerstein, recientemente Koselleck, Chartier, Zizek y Sarlo.
Escribo esto porque estoy pensando en la estructura de mis pensamientos. Y a veces me canso, pero me es imposible silenciar lo que sucede aquí dentro, Parece que estoy en un caos y no es así, se trata de un rizoma.
Sé que tiembla, sé que la Tierra vive antes que nosotros y que desde la CIUDAD no logramos comprender, que nuestra experiencia ya no entiende las señales y sólo logramos sentir miedo e incertidumbre. Sé también que las decisiones hechas desde una política que desconoce el lenguaje de la Tierra y del Tiempo pueden detener un río y emparedarlo detrás de una frontera y un muro de metal, sin pensar en las consecuencias ni en el futuro.
Estoy aquí, preocupada por lo que trasciende. Intento aprender a formar lectores y ciudadanos.