23 mayo 2016

Hoy hicimos la mudanza de las cosas de mi madre a su nueva casa mientras está de vacaciones en su pueblo. Me dijeron que se levantó a las 4:30 am para salir con sus primos a pasear una escultura de bulto de la Santísima Trinidad. Mi hermana pequeña se trasladó desde el DF hasta el pueblo de Janamuato para compartir la experiencia con ella. Acompañadas de la banda del pueblo y los mil parientes que aparecen durante este fin de semana, recorrienron todas las calles con veladoras, danzas y un puño de oraciones. El sueño se le ha cumplido, después de 60 años volvió a la Fiesta. Acá en Tijuana, mis hermanas y yo nos dedicamos sábado y domingo a empacar sus cosas y a trasladarlas a este espacio por estrenar.

También diré que nos dedicamos a seleccionar lo necesario, lo útil, lo memorable y la mitad de las cosas terminaron en el basurero. (Eso pasa cuando abres la puerta de tu casa a los extraños, vienen y crean una nueva narrativa con tus objetos). Encontramos una colección de absurdos, cajas con mensajes de galletas chinas, restos de paredes de casas incendiadas o demolidas y algunos secretos que no me hacen falta: la lista es larga de lo fantástico en cada rincón ajeno. Hablamos durante algunos momentos, hicimos limpia y edición de nuestra historia familiar. Harto mugrero, algunas recuperaciones valiosas que nos hicieron reir y entrar en silencio para seguir empacando. Después aparecieron mi cuñada, mi cuñado y nuestro primo querido. Hoy dejamos la casa de las abuelas y los hermanos de mi madre, finalmente. Esta noche llegué a terminar de instalar el piso nuevo y a escuchar música en mi propia cueva. Sepa qué sigue, este año ha sido de cerrar puertas por fuera y tirar la llave.

Prefiero escribir que anoche volví a soñar con ballenas en Rosarito, que se acercaban a la costa profunda mientras las observo desde un altísimo acantilado. Esta vez el mar se mecía como un lago tranquilo y yo las podía ver recorrerlo lentamente en un acuario transparente, pero la arena era roja y el hombre de las tormentas y los vientos andaba por ahí, perdido en las escalinatas de piedra tratando de recuperar la mochila donde tenía guardada la cámara. Yo permanecí concentrada en el desplazamiento de estos seres ancestrales que han aparecido en mis sueños durante las últimas semanas y a ratos me ha parecido que escuché sus cantos.

Estoy agotada, estos meses de estar en casa he resuelto cosas postergadas durante años. Aún no termino de vaciar la última de las habitaciones. He perdido peso, mucho. Me veo en el espejo y comienzo a reconocerme o a recuperarme. A veces me doy miedo, tengo mirada de animales y de tiempos.


19 mayo 2016

Otro descubrimiento que aparece cuando una se libera de los enojos y la ira, es que el amor es una huella indeleble. Una extensa colección de gestos de belleza se recuperan y en la memoria la persona deviene nomás persona sonriente, con su mirada de luz otra vez, sin juicios ni condenas. Dan ganas de verle y decirle gracias, de abrazarle como sobrevivientes que se encuentran después de un naufragio o una quemazón. El camino de aprendizaje es larguito, en realidad son varias las rutas que han de transitarse antes de esta experiencia. Pierde una peso y suda mucho limpiando los órganos donde la frustración, el dolor o la pena se habían instalado. Luego, todo se vuelve simple. Se comienza a olvidar y se abre el horizonte. Sin embargo, no hay manuales; lo que hay, son puras anécdotas, algunas canciones y muchos cuentos.


17 mayo 2016

Se me acabaron la ira y el deseo de venganza. Observo la capacidad que he tenido para tejer un gran enredo mental. Sin ello, un gran espacio se abre para ocuparme de mi propia existencia. Cultivo con fervor el silencio y las telarañas que me han habitado comienzan a extinguirse. La soledad es un lugar habitable, un nido cálido para la creación de mí misma. El ruido del mundo se adelgaza y parece distante, ¡cuántas horas dediqué escuchar sus gritos hasta incorporarlos! La ceguera espiritual conduce a un abismo ocupado por actos de crueldad impronunciables esparcidos en el ánima de mi generación. Hay algo aquí que se mantiene vivo y logra trascender el dolor de tanta muerte. Pero, ninguna de las rutas conocidas es la mía. Busco en mi trayectoria evidencias de gozo y felicidad profunda, esos instantes suficientes para el andar contínuo son una recuperación. Estoy hecha de esas relaciones; también, de las que empiezan a borrarse. En ocasiones sus huellas encienden los órganos de mi cuerpo y recuerdo. Sus imágenes producen sensaciones y alguna emoción despierta transformada. Es posible salir de la prisión que aprende una a construir a través de la institucionalización, son precisos actos de fe cotidiana, dar pasos hacia nuevos ambientes y saber recibir. ¡Cuántas personas libres he conocido en estos meses! ¡Cuánta vida he presenciado en gestos de amor tan pequeños! He aprendido a renunciar a tantas cosas que no me pertenecen. Encuentro alegría, paz y aliento vital en cosas simples como la tierra, la lluvia, el mar, el viento o el andar en bicicleta.