18 mayo 2014

Eufórika llega a casa y lanza las zapatillas por el aire. Acomoda los dedos sobre el suelo, abre las piernas al ancho de sus caderas y levanta los brazos. Inhala y exhala. Se dobla para colocar las palmas de las manos en el piso. Inhala y sube estirando los brazos hasta el cielo. Así, varias veces. Enseguida gira en la sala y se desliza con suavidad hacia la habitación del fondo.

La música suena en su interior: pum pum, pum pum. El tamborcito galáctico, que es su corazón, resuena con alegría estelar. La libertad se expande luminosa y creativa desde su pelvis a la cabeza. Radiante, sabe que las frecuencias emitidas trascienden su musculatura y sus huesos.

Olas desbordan su vientre. Eufórika se ha vuelto loca… se sabe libre y enamorada de algo para lo que no tiene palabras. Se concentra en el equilibrio de los cuatro elementos reunidos en su ombligo y escucha:

La plenitud es una conquista, un territorio ganado al miedo, al silencio, a la obediencia.



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