Cuando logré llegar a la cima de la montaña descubrí que del otro lado había un cañón interminable. Era un trayecto complicado para atravesarlo en bicicleta. Un recorrido lleno de peligros y magia. El sol oradaba las piedras, todo lo vivo. Era otoño. Felizmente recordé el asenso y mi respiración agitada. El deseo de volver a casa me motivó descender con suavidad. El invierno estaba cerca, debía guarecerme. Conmigo bajaron también algunas respuestas. La siembra estaba completa, era tiempo de esperar que brotaran nuevas las raíces.