Me enseñaron a nadar cuando tenía seis años. Los veranos eran frente al mar con el sol dorado. Pronto descubrí que sus aguas eran mías.
Las primeras olas fueron suaves caricias humedades: mi piel nueva. Era la arena comiéndose los dedos de mis pies.
Cada verano él era más hondo y yo más grande. Aprendí a lanzarme a través de olas gigantes: fui un delfín.
Su oleaje se tornó violento con los años, me tragaba y luego me escupía en la orilla. Insistí hasta sumergirme en sus abismos.
Mi transformación en agua tuvo su inicio en mis ojos. Ahora soy el peso de una ola arrastrando el cuerpo de una niña hacia la profundidad.
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