Melancolía: una forma de vida que atraviesa a miles de personas; un estado que conduce sus pasos por el mundo; un tema recurrente e inagotable expresado en el arte, así sea en el cine, en la literatura o en la música. Y, ¿cuántas veces ha guiado también las preguntas de los historiadores? ¿Cuántas veces ha sido la esencia de sus indagaciones sobre el ser humano? Tiempos mejores, épocas que en la memoria se graban como idílicas o como una imagen bizarra que a veces parece explicar (de momento) los episodios de los días en que perdimos el rumbo. Una respuesta que en el presente conforta, pero que con los meses muestra su desgaste y se fuga. Nuevas preguntas. De vuelta a las evidencias en busca de sentido.
Un día descubrimos que no había destino, que el destino era también una imagen para tranquilizar (y justificar) conciencias. El futuro se transformó en una imagen construida desde este día, en anhelo, en sueño y probablemente en pesadilla. El pasado es la sensación de que estuvimos, una certeza cuando descubrimos las cicatrices que va dejando en la piel. La melancolía se fortalece ante una realidad caótica que de vez en cuando permite que se asomen preguntas fundamentales: ¿quiénes somos?, ¿por qué estamos aquí? y, ahora, ¿por qué es tan difícil comunicarnos?
La melancolía con sus expresiones casi mágicas, con sus figuras casi divinas y atemporales: Francesca, ese ángel femenino surgido de la imaginación -como Cassiel y como todos los demás- que abraza y que llora por el perdido y el desamparado, por el que muere y por el que está solo. Y, ¿acaso no lo estamos todos? ¿En verdad esta soledad es nuestra, solo nuestra? ¿Son los brazos femeninos nuestro mejor refugio? Francesca abraza, acompaña y llora: responde a su naturaleza angelical (y ¿femenina?), a los deseos de la imaginación enraizados en la herencia cultural de occidente. Los ángeles, por más absurdo que parezca, son un indicio de nuestra soledad en el tiempo, un discurso que ha acompañado nuestra añoranza desde hace siglos. (Tan lejos y tan cerca. Wim Wenders, 1993).
El cine como pretexto para hablar de la melancolía. La melancolía como (pre)texto del cine y de la comprensión del tiempo. Un sentimiento provocador cuando se asume y se abraza, cuando se explora y se traduce en la creación de textos, en la construcción de imágenes y en la búsqueda de entendimiento.
Cassiel: Why can’t I be good? Why can’t I act like a man? Why can’t I act like other men can?
Lou Reed: If I knew, I would tell you. Hang in there.
Altanoche. Música, literatura, cine, núm. 24. Hermosillo, Sonora. Marzo de 2007.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario