30 junio 2008

Esta mañana recibí una llamada de la universidad. ¿Qué planes tienes para el futuro?, me preguntó la voz del teléfono. La vida está llena de coincidencias. Justo estuve pensando en eso anoche. Mi respuesta pudo ser tan amplia y difusa como el futuro mismo. Es la segunda ocasión que me llama esa voz para ofrecerme trabajo. Necesitamos a alguien con tus conocimientos, sabemos que estás concluyendo la maestría, me dijeron. Alguien me observa, pensé. Alguien me ha estado observando sabrá dios desde cuando. Sentí como risa combinada con ganas de llorar. Para alguien como yo que se siente feliz y entera sólo cuando habla con la gente de las cosas que le palpitan, estudiar, aprender, pensar las posibilidades del entendimiento entre los seres humanos y formular preguntas es indispensable tanto como compartir sus pequeños hallazgos. Así que vivir de lo que más me gusta en la vida, como hasta ahora, es puro placer.




Ayer por la tarde estuve en casa de una de mis tías, al final de la telenovela me preguntó: ¿Ya no regresarás a Hermosillo? ¿Ya tienes trabajo? No, le contesté. Parece que voy a empezar a dar clases en la universidad el próximo semestre. Pero la verdad, le dije, es que necesito seguir con el doctorado para tener derecho a algo mejor. Se le cuadraron los ojos. ¿Y el bebé Miriam? ¿Y el bebé? ¿Para cuándo? ¿No has pensado en eso? ¿A poco te vas a ir otra vez? Entonces se me entripó la despedida porque nadie mejor que yo para complicarme con preguntas sobre los días que vienen. ¿Qué hago si la savia que me alimenta no está entre la loza, si no la encuentro en las tardes de café discutiendo sobre la maldad de los hombres, si no brota de las penurias familiares o si no pienso en pañales como destino inmediato? Puedo renunciar a otras cosas, pero no ha esto que me define.



Ante la turbulencia de mi rollercoaster me siento afortunada porque al final he logrado siempre lo que quiero. S i e m p r e . Algo debo estar haciendo bien. A l g o . No quiero decir con eso que me sale bien a la primera, no ha sido fácil. También he hecho el ridículo miles de veces, he tomado mi vergüenza del suelo y me la he llevado a casa. Ahí me la trago y la convierto en experiencia nada más. Aprendo rápido, hasta eso.



Hoy pasé medio día en la universidad. Estuve llenando formatos para mi contratación. Me explicaron los nuevos planes para la Escuela ahora que llegó un nuevo director. Que suave regresar a la la escuela cuando inicia una nueva etapa, les dije. Tú saliste de aquí, sabes lo que ha ocurrido, comprendes lo que buscan los alumnos, me dijeron. Regresas fresca, fresca -como si el aire estuviera ya viciado en esa cápsula que no debiera ser, como si hubieran crecido en los pasillos cuerpos dormidos, como si el tiempo se hubiera detenido y a todos le crecieran barbas y se les cayeran por pedazos la piel, los ojos y los dientes.



FRESCO VS. PODRIDO. Me sentí tan joven. ¿Será?, pensé yo. ¿Será que de veras ha valido la pena la distancia y las rupturas constantes desde que me fui a Hermosillo? ¿Que después de trece años desde de mi primer día de licenciatura finalmente alcanzaré lo que me propuse entonces? ¿Qué aquella Miriam que sí sabía lo que quería lo está logrando? ¿Que mi lealtad con esa otra ha florecido?



El futuro llegó. Después de esto, si es que es así, no sé que más quiero. Este fue por mucho mi horizonte. No pensé que el tiempo pasaría tan rápido, no tuve conciencia de su ritmo acelerado. Ya está aquí y yo estoy con él. Comienzan a tener sentido las canas en mi cabeza, las arrugas en mis rostro, los callos en mis manos, mi panza de estar sentada y mis ojeras cada vez más evidentes. ¿Qué planes tengo para el futuro? No lo sé. ¿Qué futuro?, me pregunto esta noche si ya no tengo banderas, si ya no estoy dispuesta a morir por nadie, si no me importa nadie más que yo (y Josué, el sobrinito). Sepa (lo aprendí en el Pluma, una cantina bien linda de Hermosillo). Así de nihilista, así de posmoderna. Así. No más.

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