Por Paty Blake
I. Como en Una caja de frascos inusuales:
Tome el libro y obsérvelo. Tómelo entre sus manos como tomaría un objeto antiguo, hermoso, raro. Sienta la textura rugosa de sus hojas. Los bordes de su portada. Ábralo de par en par, escúchelo crujir y toque sus costuras. Sienta, como dice Miriam, “las vibraciones / latidos / aire”. Tal vez lo abra en la página 24, la del té de manzanilla, o en la página de “Respire. Envasado en México”. Tenga cuidado. Algún frasco podría escaparse, tal vez el que es del color de las hojas de una libreta universitaria, el rojo, o el que está hecho con cabellos olvidados en una almohada.
Recorra su letra. Probablemente, muy probablemente, tendrá algún recuerdo, de esos con serifa. Tal vez de la cinta rojinegra de una pesada Olivetti, Woodstock o Royal. O de un altero de hojas semicorregidas, dejadas de lado al ver que renglones antes se cometió un error y le falta alguna palabra. Más adelante, podría toparse con letra un poco más redonda, de una máquina eléctrica.
Todo ello, cada detalle fue pensado por la mujer morena por la tobalá cigarro en mano.
II. Como en Textos de las 2 p.m.:
Si la realidad es esto que observo, fotográfico hilado, entonces también tiene algo que ver con los granos de azúcar en la taza de café de mediamañana, con una fotografía encontrada en la revista Cuartoscuro y su eco, con los viajes de los amigos, con la transformación de la calle y las ráfagas del AK 47, que interrumpe las madrugadas, con el hombre que se va de viaje a alguna parte, sin retorno, con la gente que se ríe mucho pero no conversa, con disfrutar en silencio los sonidos del aire acondicionado y del motorcito de las computadoras en la hora de la comida, con salir a comerse un sándwich y tomar un Minute Maid a las 3 de la tarde, cuando todos ya han regresado de su hora de comida, con los 1.64 de la mujer morena y el hombre que la ronda, con la falsa cabeza Olmeca detrás del cristal.
Todo se resume en esto: el centro y su circunferencia.
III. Como en Sangrita:
Un espacio íntimo como una libreta favorita. Como un diálogo interno. Como una palabra dicha en alguna parte. Como que llueve. Un lugar de diálogos escritos. De letra pequeña. Como un blog, como un dragón que es papalote.
Así es este “Textos de las 2 p.m.” que me tocó a mí. El número doce de cien. Hecho, pensado, cosido, cuidado, a mano. Impreso en una Canon. En la de Miriam. Con fotografías de la autora e Itzel Martínez del Cañizo, ilustraciones de Paola Torresponce, y portada de Luis del Toro y Alejandro Zacarías. Todo esto se escapó de amarabierto.blogspot.com, dice Miriam. Yo creo que son como los asientos del té. Lo que perduró después de muchos días de infusiones diarias.
Y sí, este libro es para suministrarse en pequeñas dosis. Y claro, sería conveniente tomar en cuenta la recomendación de la página 29:
“No use su contenido frente a extraños, hombres lobo o marineros varados en ciudades.
No olvide.”
Muchas gracias Paty!!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario