28 febrero 2016
El cuerpo sonoro de la música es un espacio habitable donde toda yo partículas atómicas me desintegro. Selva y galaxia barrido luminoso donde la armonía de lo sensible y lo no visto devienen sendero ilimitado. El Tempo indica el silencio de las notas, sucede breves arpones que se filtran a través de los objetos y los interviene. Vibramos caja hueca o tronco seco: torrente sanguíneo en comunión con los actos de respirar y digerir: el viento silvando en los pulmones, el ácido chilleante burbujeando en las tripas. La combustión interna de lo inasible. Latido con fecha de caducidad. La frontera y su sonido experimental pulsando en cada uno de sus sordos.
27 febrero 2016
Sin patrón, sin marido, sin hijos, sin partido y con una habitación propia. Mi madre reza por mí, yo le sonrío. Siento el cielo en mi pecho y las plumas de incontables pájaros me hacen cosquillas.
¿Cómo he llegado hasta aquí? Hoy he pensado en las anarquistas y las feministas de hace un siglo. Todas blancas. Y he pensado también en el color de mi piel. Una vez más en el color de mi piel. En esa historia que apenas comienzo a recuperar. Ser mestiza es habitar un continente colonizado. Ser mestiza hoy, aquí, de esta manera, consciente, tiene implicaciones.
He pensado también en el amor. Y en la cosificación de los cuerpos, es sus tipos: hegemónicos y exóticos integrados. En la belleza. En el poco poder que sienten los hombres y las mujeres. En el poder que siente un hombre mestizo al estar con una mujer blanca, en el valor de objeto político que soporta el peso de un hombre que piensa que gana poder al conquistarla; en la derrota civilizatoria que debe sentir al perderla, en el odio que siente hacia ella por no poder sostenerla durante un tiempo prolongado. Luego me doy cuenta de que pienso que las mujeres blancas tienen más poder, y enseguida, recuerdo sus historias en las que al final enfrentan una subdordinación construida de la misma cosa que las no blancas, en sus búsquedas y decisiones para que sea de otro modo. Y entonces nos parecemos. Me pregunto si en los pueblos donde todos son blancos se reproduce esta práctica de uso. En este pueblo sí, existen todos los tonos de café en la piel y eso va incluyendo y excluyendo del poder. Es una mierda.
Sobre las anarquistas y feministas blancas de principios del siglo XX me pregunto cómo pudieron imaginar políticamente la necesidad del reconocimiento, qué experiencias dieron origen a la necesidad de libertad. ¿Por qué en esta distancia puedo llegar a conclusiones similares a sus demandas políticas y encontrar frente a mí un sistema cultural igualmente opresivo, en el que estoy a fuerza, en el que he sido sin preguntarme nunca si quería pertenecer? Eso me hace pensar otra vez en la presencia del sistema colonial aquí, en nuestros pueblos americanos. Y observar la prolongación de una lucha discursiva constituída demanda de tantas mujeres en el tiempo-espacio.
La necesidad de una formación política propia, que me permita fundamentar la negociación de lo cotidiano para dejar de reproducir el orden y el sistema de relaciones asimétricas tiene a estas horas un impulso vital de sobrevivencia que convoca actos de creación y transformación. Sin lugar a dudas, implica rupturas y, con esperanza digo, mucho trabajo para dar lugar a otras prácticas. Pero no asimétricas, no donde me pidan guardar silencio, no donde sea reproducida la dictadura esta que vivimos en México. Pienso en la Autonomía. Y soy tremenda ignorante.
Estoy en una pausa laboral. Eso ha abierto en el horizonte tantas posibilidades y la implicación inexorable de asumir la responsabilidad de las decisiones. No he sido educada para la libertad, sin embargo he aprendido a reconocer una jaula y una trampa. También, los senderos en el viento y en el agua. Quiero vivir llevando mi propio nombre. No sé cuánta soledad lleve con ello. No sé qué pueda encontrar en la comunalidad. No quiero adscribirme a versiones de realidad en las que deba obedecer. Quiero desobedecer. Y aprender a soltarme de los hilos que me unen a este mundo dicho y tejerme con aquello que no se le parezca. Pero tengo este lenguaje, hecho de una madeja orgánica de sonidos que imitan y crean realidad.
A veces es difícil encontra la voluntad para organizar hasta las palabras, cuando la confianza está tan roída. Y la voluntad, las palabras, la confianza y la organización necesitan ejercitarse. Ejercitarse amorasamente.
Abierto. Ejercicio abierto.
¿Cómo he llegado hasta aquí? Hoy he pensado en las anarquistas y las feministas de hace un siglo. Todas blancas. Y he pensado también en el color de mi piel. Una vez más en el color de mi piel. En esa historia que apenas comienzo a recuperar. Ser mestiza es habitar un continente colonizado. Ser mestiza hoy, aquí, de esta manera, consciente, tiene implicaciones.
He pensado también en el amor. Y en la cosificación de los cuerpos, es sus tipos: hegemónicos y exóticos integrados. En la belleza. En el poco poder que sienten los hombres y las mujeres. En el poder que siente un hombre mestizo al estar con una mujer blanca, en el valor de objeto político que soporta el peso de un hombre que piensa que gana poder al conquistarla; en la derrota civilizatoria que debe sentir al perderla, en el odio que siente hacia ella por no poder sostenerla durante un tiempo prolongado. Luego me doy cuenta de que pienso que las mujeres blancas tienen más poder, y enseguida, recuerdo sus historias en las que al final enfrentan una subdordinación construida de la misma cosa que las no blancas, en sus búsquedas y decisiones para que sea de otro modo. Y entonces nos parecemos. Me pregunto si en los pueblos donde todos son blancos se reproduce esta práctica de uso. En este pueblo sí, existen todos los tonos de café en la piel y eso va incluyendo y excluyendo del poder. Es una mierda.
Sobre las anarquistas y feministas blancas de principios del siglo XX me pregunto cómo pudieron imaginar políticamente la necesidad del reconocimiento, qué experiencias dieron origen a la necesidad de libertad. ¿Por qué en esta distancia puedo llegar a conclusiones similares a sus demandas políticas y encontrar frente a mí un sistema cultural igualmente opresivo, en el que estoy a fuerza, en el que he sido sin preguntarme nunca si quería pertenecer? Eso me hace pensar otra vez en la presencia del sistema colonial aquí, en nuestros pueblos americanos. Y observar la prolongación de una lucha discursiva constituída demanda de tantas mujeres en el tiempo-espacio.
La necesidad de una formación política propia, que me permita fundamentar la negociación de lo cotidiano para dejar de reproducir el orden y el sistema de relaciones asimétricas tiene a estas horas un impulso vital de sobrevivencia que convoca actos de creación y transformación. Sin lugar a dudas, implica rupturas y, con esperanza digo, mucho trabajo para dar lugar a otras prácticas. Pero no asimétricas, no donde me pidan guardar silencio, no donde sea reproducida la dictadura esta que vivimos en México. Pienso en la Autonomía. Y soy tremenda ignorante.
Estoy en una pausa laboral. Eso ha abierto en el horizonte tantas posibilidades y la implicación inexorable de asumir la responsabilidad de las decisiones. No he sido educada para la libertad, sin embargo he aprendido a reconocer una jaula y una trampa. También, los senderos en el viento y en el agua. Quiero vivir llevando mi propio nombre. No sé cuánta soledad lleve con ello. No sé qué pueda encontrar en la comunalidad. No quiero adscribirme a versiones de realidad en las que deba obedecer. Quiero desobedecer. Y aprender a soltarme de los hilos que me unen a este mundo dicho y tejerme con aquello que no se le parezca. Pero tengo este lenguaje, hecho de una madeja orgánica de sonidos que imitan y crean realidad.
A veces es difícil encontra la voluntad para organizar hasta las palabras, cuando la confianza está tan roída. Y la voluntad, las palabras, la confianza y la organización necesitan ejercitarse. Ejercitarse amorasamente.
Abierto. Ejercicio abierto.
22 febrero 2016
El hilo de la memoria from Mariana Rivera García on Vimeo.
"Durante tres meses se realizó un recorrido por México, llevando a ciertos espacios la exposición titulada "Tejer con el Hilo de la Memoria: puntadas de dignidad en medio de la guerra", en ella, se mostró el trabajo de un colectivo de Colombia conformado por mujeres sobrevivientes del conflicto armado, quienes a través de lo que tejían, comenzaron a denunciar las injusticias y las historias de violencia, logrando visibilizarse al utilizar el tejido como medio narrativo. Se compartió la experiencia con grupos de tejedoras de la Ciudad de México, Guerrero y Chiapas, a la par se impartieron talleres de tejido y memoria. Este documental muestra el recorrido de la exposición en su cruce por México, reflexiona sobre los puentes que se tejen entre la actividad colectiva, la creatividad como medio expresivo que permite sanar y sobretodo, el potencial transformador de la realidad que tienen los espacios para crear, narrar y tejer ."
"Durante tres meses se realizó un recorrido por México, llevando a ciertos espacios la exposición titulada "Tejer con el Hilo de la Memoria: puntadas de dignidad en medio de la guerra", en ella, se mostró el trabajo de un colectivo de Colombia conformado por mujeres sobrevivientes del conflicto armado, quienes a través de lo que tejían, comenzaron a denunciar las injusticias y las historias de violencia, logrando visibilizarse al utilizar el tejido como medio narrativo. Se compartió la experiencia con grupos de tejedoras de la Ciudad de México, Guerrero y Chiapas, a la par se impartieron talleres de tejido y memoria. Este documental muestra el recorrido de la exposición en su cruce por México, reflexiona sobre los puentes que se tejen entre la actividad colectiva, la creatividad como medio expresivo que permite sanar y sobretodo, el potencial transformador de la realidad que tienen los espacios para crear, narrar y tejer ."
21 febrero 2016
Un día me pregunté qué sería de nuestros blogs, si acabarían, como dicen, flotando en el servidor de un barco olvidado en uno de esos mares internacionales.
Yo vuelvo de vez en vez a leerme, soy nostálgica pues. Leo los espacios de bloggers entrañables y ocasionalmente los descubro respirando a un ritmo lento.
La velocidad de facebook lleva el amorcito a las letras muy pronto hacia el caño de los desechos virtuales, éstas entonces dejan una huella digital que desde ya se desvanece y queda la imagen de un alguien que corre contra reloj. Es adictivo. Y parece que hubiera libertad. No sé. Lo efímero tiene sus seguidores y atiende a la moda.
A veces extraño lo que permanece, ese hueso al que puede uno regresar y aún tiene sabor. También la complicidad anónima de la escritura durante las madrugadas.
La visita a estos rincones electrónicos me dejaba ver a sus autores, amarlos o enojarme con ellos. Generaba dinamismos y un reconocimiento que se traducía en un abrazo afortunado con aparentes extraños al toparnos por ahí personalmente.
Una vez mi hermana menor me dijo que la gente de mi edad tenía blogs, tiempo después que teníamos un perfil de facebook. No importa. Les extraño. Escriban.
Yo vuelvo de vez en vez a leerme, soy nostálgica pues. Leo los espacios de bloggers entrañables y ocasionalmente los descubro respirando a un ritmo lento.
La velocidad de facebook lleva el amorcito a las letras muy pronto hacia el caño de los desechos virtuales, éstas entonces dejan una huella digital que desde ya se desvanece y queda la imagen de un alguien que corre contra reloj. Es adictivo. Y parece que hubiera libertad. No sé. Lo efímero tiene sus seguidores y atiende a la moda.
A veces extraño lo que permanece, ese hueso al que puede uno regresar y aún tiene sabor. También la complicidad anónima de la escritura durante las madrugadas.
La visita a estos rincones electrónicos me dejaba ver a sus autores, amarlos o enojarme con ellos. Generaba dinamismos y un reconocimiento que se traducía en un abrazo afortunado con aparentes extraños al toparnos por ahí personalmente.
Una vez mi hermana menor me dijo que la gente de mi edad tenía blogs, tiempo después que teníamos un perfil de facebook. No importa. Les extraño. Escriban.
10 febrero 2016
La muerte de la periodista veracruzana Anabel Flores me sacude la existencia.
¡No hay tregua! ¡No hay tregua en esta guerra de penumbras!
Crece en la garras el poder de asirse a los muros. Para soltarse luego, de tanta resistencia. Y descender por el sueño hacia la tierra que se ayuda a florecer. A veces de llanto, como esta noche de mortandad.
Otras veces de amor, sembrar la tierra.
¡No hay tregua! ¡No hay tregua en esta guerra de penumbras!
Crece en la garras el poder de asirse a los muros. Para soltarse luego, de tanta resistencia. Y descender por el sueño hacia la tierra que se ayuda a florecer. A veces de llanto, como esta noche de mortandad.
Otras veces de amor, sembrar la tierra.
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