Sobre las altas copas de los árboles
Tiende el misterio su cerrada túnica.
"Los espíritus de la muerte",
Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe
La primera vez que la vi se asomaba como sombra por la ventana del patio. Yo intentaba completar una lectura cuando sentí que una mirada se clavaba en mi espalda. Alcancé a verla de reojo, ella tenía el cabello muy largo y revuelto. Afuera había una tormenta. En el cielo hubo un gran trueno y se fue la luz. En un parpadeo se esfumó.
Cuando estudio mantengo una vela encendida, así que no hubo oscuridad del todo; pero sí, otro tipo de silencio. Avanzó la noche hasta volverse madrugada y entonces escuché un sonido en la habitación del segundo piso. ¿Cómo es que te has metido?, pensé y me dio risa. Subí despacio y sentí que bajaba la temperatura. Un hilo de pánico me recorrió el cuerpo en ese tránsito, sin embargo tenía que subir para despejar mis dudas.
Abrí la puerta de la habitación y la encontré sentada. Su cabello estaba mojado y su vestido lleno de lodo. Ella también temblaba, pero de frío. Me quedé en la puerta con la vela en la mano y no me acerqué. Estábamos mudas. Un gran sentimiento de compasión hacia esa mujer me sostuvo delante de ella. La observé durante unos minutos y levantó la mirada más triste que he visto. Tenía los ojos cansados de llorar, muy rojitos, y la piel opaca.
Descansa, le dije. No voy a acercarme, puedes pasar aquí la noche y quedarte el tiempo que necesites. No te voy a hablar en adelante. No me hables. No me distraigas. De un lugar profundo logré sacar mi voz y di forma a las palabras para establecer límites de convivencia con esa mujer en este espacio de bordes imaginarios. Desde ese día, comencé a quemar salvia por las tardes.
A veces sube y baja por la escalera o se queda junto a la ventana que da a la calle donde juegan los niños. Lo sé porque mi gato se queda viendo fijamente la nada justo después de algún crujido. Yo me hago que no la escucho y mantengo limpio el cuarto de visitas. He llegado a pensar que es el espíritu del bosque que hubo una vez aquí o de la tierra o mi propia numen que andaba perdida o todas ellas en una.
Es cada vez más traslúcida y lleva el cabello suelto, las telas de su vestido lucen limpias de nuevo. Está un poco menos aquí, cada vez menos. Cruza despacio hacia su propio mundo. ¿Cuál? El de los espíritus que conservan su propia belleza aún en la oscuridad o el extravío.
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