28 septiembre 2014
Javier Raya, Disentimientos de la nación
Una lucha empieza así: disiento.
Disiento cuando dejo de creer en tu himno:
no, patria, no soy un soldado que en cada hijo te dio,
no soy un hijo de ningún concepto nacional
aunque retumben en sus centros la tierra, Masiosare,
porque no puedo estar a favor de tanto
bélico acento.
Cuando dices que los índices de pobreza
están bajando, mientras el señor de los mazapanes
a la vuelta de mi oficina
me grita “tengo hambre”, como si me culpara,
justamente, yo disiento.
Cuando la imagen del señor
de los mazapanes se me confunde
en la cabeza con la del señor
de los cielos, y me dices que vamos ganando
la guerra civil, la lucha contra el narco, yo disiento.
Cuando veo que es más fácil en este país
conseguir mota, perico, pastas, polvo, piedra
que una hoja rosa del IMSS,
que una ficha para la universidad,
yo disiento.
Texto completo en http://cuadernoderaya.blogspot.mx/
19 septiembre 2014
las alimañas y los espíritus que habitan el estómago escapan con naturalidad y hablan
En cambio hay noches donde las alimañas y los espíritus que habitan el estómago escapan con naturalidad y hablan, los ojos dan vuelta y ven, veloces bailan los dedos. En el aire estalla una carcajada sin origen identificado y las horas se quedan calladitas.
Silla y mujer, mesa y mujer, casa y mujer, serpientes vuelan.
15 septiembre 2014
07 septiembre 2014
04 septiembre 2014
28 agosto 2014
Cuando me quieren explicar o hacer entender, con citas o sin citas incluidas, mi vida o las vidas a partir del padre, pienso en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, en una colección muy selecta de interpretaciones que giran en torno al falo, y en el proceso de formación del individualismo y de esa cultura que llamamos Occidental. Luego, en todas esas otras voces acalladas por los siglos de los siglos. Amén.
24 agosto 2014
He estado huyendo toda la vida, de mí misma. Estoy cansada de sobrevivir, ¡quiero ser libre! Dijo Ella, a sus 50 años. Yo, que estaba sentada delante suyo, empecé a llorar, a llorar un sentimiento agrio. Mi cara se puso muy roja y mi cuerpo caliente. Mi estómago era una cueva sin final del que escapaba el alarido grave de un animal atado que percibe la presencia de alguien que se asoma.
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