Ayer platicaba con Miguel Erick y Arturo Araujo sobre la ciudad y la violencia. Comentábamos sobre las transformaciones que esta relación ha producido en las personas y en sus prácticas. También sobre los cambios que ha generado en algunos artistas, sus formas de hacer y en las temáticas abordan. Les conté que había conversado sobre este tema con Ariadna, una chica que estudia en El Colmex y que observa estas cosas.
Mientras limpiábamos el taller, compartimos nuestros puntos de vista sobre la relación entre arte y resistencia, arte y espacio público, arte y sanación, arte y cuerpo, arte y persona. Hablamos de resiliencia, de los lenguajes no verbales, de los no escritos y de los otros lenguajes que pueden expresarse a través del arte.
Arturo habló de la importancia de observar y comprender el silencio. Nos dijo que el silencio es un síntoma del trauma en países que han vivido violencia como la vivida por nosotros,. De la parálisis, dijimos. Del miedo, dijimos. Nos platicó sobre Hannah Arendt y sus interpretaciones sobre el silencio.
El continuó en el lavado de las charolas del área de gráfica, Miguel Erick siguió instalando unas cortinas de papel que acababa de diseñar y yo preparando las impresiones en serigrafía que abandonaron los alumnos para montarlas en las paredes del taller. Limpiamos y reorganizamos el salón.
Arturo dijo:
"Somos pobres, pero tenemos dignidad".
"Trabajamos en espacios dignos de nuestros sueños".
"Necesitamos un lugar especial para el té en este estudio".
"...y unas bancas aquí afuera para que los estudiantes platiquen".
Arturo canta casi todo el tiempo.
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