cae la tarde enardecida y la oscuridad sin respuestas cobija seductora las casitas, gritan los niños.
estas horas tienen un sabor propio de moneda vieja. las sombras caminan por la escalera, mudas pasean sus manos por el barandal. el tiempo gira en su perfección infinita.
¿qué es un recuerdo?
¿puede una persona imprimirse en otra? ¿puede borrarse?
¿que es la experiencia? ¿cuál es la funcion del lenguaje en esta relación?
¿que es la realidad?
23 febrero 2015
22 febrero 2015
Los espejos, de Clarice Lispector
"Quien mira un espejo y, al mismo tiempo, consigue la independencia de sí mismo, quien consigue verlo sin verse, quien entiende que su profundidad consiste en que está vacío, quien camina hacia el interior de su espacio transparente sin dejar en él el vestigio de la propia imagen, ha entendido su misterio. Para eso hay que sorprenderlo en su soledad, cuando está colgado en un cuarto vacío, sin olvidar que la más fina aguja ante él podría transformarlo en la imagen de una aguja.
Debo haber necesitado de toda mi delicadeza para no atravesarlo con mi propia imagen, porque un espejo en el que me veo soy yo, y un espejo vacío es realmente el espejo vivo. Sólo una persona muy delicada puede entrar en el cuarto vacío donde hay un espejo vacío, con una ligereza tal, con una ausencia de sí misma, que la imagen no se refleje. Como premio, esa persona delicada habrá penetrado entonces en uno de los secretos inviolables de las cosas: he visto el espejo propiamente dicho".
(fragmento)
Clarice Lispector. Para no olvidar. Crónicas y otros textos.
19 febrero 2015
17 febrero 2015
11 febrero 2015
08 febrero 2015
Sábado por la tarde
El viento entra por la ventana y la cortina vuela. Los objetos están en reposo. El reloj cumple su función y mi cabello ha crecido.
Mis sobrinos tienen una piel hermosa, mi hermana tiene los labios más bellos, mi madre disfruta el momento de partir un limón, mis tías ríen cuando nos reunimos, mi cuñado agradece un buen sillón para dormir y a mí me gusta el aroma de la ropa recién lavada que está tendida en el patio.
Mis sobrinos tienen una piel hermosa, mi hermana tiene los labios más bellos, mi madre disfruta el momento de partir un limón, mis tías ríen cuando nos reunimos, mi cuñado agradece un buen sillón para dormir y a mí me gusta el aroma de la ropa recién lavada que está tendida en el patio.
02 febrero 2015
01 febrero 2015
circular
amor y amaneceres, huracanes: Historia.
La emoción es una energía, una respuesta al estímulo. Existe
una conexión entre la emoción, el tiempo y la memoria. En el cuerpo, que
tiembla, de dolor, euforia, placer, rabia, miedo o deseo. La historia es un
proceso orgánico que ante la emoción abre puertas interiores hacia sitios donde
la experiencia duerme. La experiencia es orgánica, se aviva cuando una gota de
emoción la toca. La historia se mantiene en actualización frecuente a través de
los procesos de reorganización de la memoria, de la comprensión de la
experiencia, de la transformación del recuerdo:
en nosotros todo está vivo.
¿Puede definirse la memoria como un proceso orgánico integrado
por estas etapas que actúan en el presente? ¿Cuál es la función de la memoria
en la constitución de la identidad propia, en el discurso sobre una misma,
sobre el mundo, sobre el tiempo, sobre el espacio? Sobre todo, ¿para qué puede
servir la actualización de la memoria en relación con la capacidad de decidir
aquí y en este momento? La historia es
un proceso orgánico de la experiencia y la memoria que actúa como un riel donde
los tiempos coexisten, que es posible iluminar a través de la integración de
las emociones y la rearticulación en los lenguajes todos de lo vivido-nombrado.
Observo la idea del destino y veo la imagen de miles de peces
muertos arrojados a la arena por las olas o, ¿será que el destino es eso que
hacemos de nadar contracorriente?
En Tulum intenté llegar hasta los arrecifes de coral.
El mar estaba picado, me puse un chaleco y me lancé al mar desde una balsa.
He nadado con gracia y arrojo desde los seis años.
Nadé, con fuerza y pasión.
Las olas eran profundas y gigantes, una tras otra.
Una y otra me escupían de regreso.
Estimo que logré avanzar veinte metros hacia un horizonte que se expandía inalcanzable.
Nadé, con más fuerza y la próxima ola me sumergió hasta lo profundo
donde peces enormes desconocidos y piedras.
La balsa se volvió invisible.
Me quedé ahí, ridículamente pequeña con mi intento tan grande
por llegar a un lugar que me ha obsesionado desde niña.
El viento, el mar y el destino me sumergían.
Y yo,
con ese ridículo chaleco naranja dando vueltas en el agua,
subiendo y bajando las olas a patadas,
gritando encabronada porque desparecía la balsa,
los arrecifes estaban cada vez más lejos
y el agua de una increíble transparencia entraba por mi boca,
por mi nariz,
por cada uno de mis poros.
Tuve que nadar hacia la orilla porque ese día no iba a morirme,
no en el mar,
no en Tulum,
no tan próxima a los arrecifes
no delante de mi madre observándome desde la balsa.
Ya rescatada entré en actitud zen y comprendí que hay coordenadas a las cuales para llegar es preciso elegir un día sin viento.
(Una tarde, después de la experiencia de Tulum, mi madre me dijo: No sabía que eras capaz de tanto miedo, de tanto coraje ni de tanta fuerza para decidir soltarte de una idea que casi te mata.
Algunas ideas matan).
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