Una participa en algo, hace lo suyo. Lo suyo no es lo esperado, una no es condescendiente pero sí respetuosa. Intenta de buen modo colaborar, escucha a la contraparte, conviene en negociar y hay normas que no, hay límites. Una da las gracias, se despide y trata de aprender. Sigue con lo suyo. La contraparte es luchona, no se da por vencida y le molesta que una se desprenda, así tan en apariencia fácil. Una vive su duelo, se revisa, se autoayuda y crece. Para la contraparte el he perdido el interés en un conflicto no necesario es un desacato al orden, la ausencia un desprecio, la indiferencia un insulto sin disculpa. Una hasta se olvida de la contraparte y se concentra en lo suyo, ama lo suyo porque eso es lo que tiene, lo que sabe hacer. La contraparte allá en su guarida no olvida, no se desprende y encuentra la forma de chingar donde más duele: donde más duele siempre tiene que ver con el dinero o con el nombre de una en el trabajo, que puede traducirse en dinero más o dinero menos. Entonces, citando a Batahola, una tiene que reconocer que no es tan sencillo escaparse del zoológico y que en el guión de esta película hay una mano casi invisible, que ser el arquitecto de tu propio destino es más falso... Esto demuestra la existencia y la voluntad de otros.
No estamos solos. Un mundo nos vigila. Qué güeva.
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