Antes, sin embargo, cuando ella aún era un montón de carne que se podía besar, golpear, penetrar y tocar, le dolía no haber adivinado, no haber cruzado la calle, no haber tomado otra dirección, no haberse resistido a forzar la máquina, jugar el juego dentro del juego, demasiada cultura para una sola mañana en todo caso.
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