En el sueño estuvimos en una casona antigua, caminamos sobre un pasillo con luz muy bajita. A la diestra había unos arcos; al fondo, en el suelo un jardín muy verde y tupido. Ibas delante de mí. Sorprendidos, curiosos. La mirada se desplazó en caída libre y como si los ojos cayeran vi las paredes escurrirse, llegué hasta las fresas y quedé suspendida sobre ellas, de nuevo al tercer piso en slow-motion. Enfrente una puerta gigante color café muy oscuro estaba cerrada, crujía como si fuera a abrirse para nosotros. Esperábamos. La casona no tenía techo y si lo tenía era infinito.
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