Foto: Lorena Mancilla |
La postal que sostengo en la mano tiene impresa
una fotografía titulada “Guerreros” y fue tomada por Saulo Cisneros en 2012.
Forma parte de una serie de postales del estudio CEIS (Loui Navarro, Gonzálo
Gonzáles y Saulo). Me sorprendió encontrarla sobre la mesita de recepción de la
galería junto a otras que tienen la imagen de La Mona que está bajando el
aeropuerto y un atardecer donde el horizonte de Tijuana está intervenido por
las antenas de televisión del Canal 12.
En “Guerreros” se documenta una de las
manifestaciones más importantes en la historia de la ciudad, en este caso
contra el fraude electoral, la imposición, la manipulación de la información en
casi todos los medios de comunicación, así como para decirle al gobierno que ya
no le creemos nada. Sobre el tema hay cientos de desplegados y videos en la
red.
Esta imagen de l@s ciudadanos en la glorieta
Cuauhtémoc constituye un icono de resistencia y dignidad, una inscripción en la
memoria colectiva, que bien merece un corrido de esos de amor y traición,
anclada en un largo proceso de colonización. Durante esos días fuimos
héroes y heroínas de nuestro propio tiempo. Nos unieron las imágenes, el
coraje, la frustración, más que las expectativas de común acuerdo sobre el país
en el que deseábamos vivir y la capacidad de organización duradera. Entonces
pensé en Babilonia y la imposibilidad de comprendernos ante la diversidad de
lenguajes y mundos.
Eso pensé y pienso: que no nos entendemos porque
formamos parte de distintas comunidades que sobrellevan la violencia ejercida
cotidianamente sobre ellas sin lograr estar juntas, porque reconocerse toma
tiempo y precisa el diálogo, porque algunas veces nadie quiere ya escuchar o ha
olvidado cómo, o porque todas gritan al
mismo tiempo de rabia , de dolor o de fútbol. También, que sólo a través de un
proceso de resiliencia comunitaria podremos crear un lenguaje que nos permita
comprendernos, que teníamos que empezar a buscar aliados cuyos saberes
estuvieran cimentados en el amor a la vida, no en el deseo de venganza o de
demostrar que se tiene “la razón”.
Vivimos una época de violencia simbólica que se
alimenta de rituales y sacrificios. Por tanto, las imágenes ocupan un lugar
central en la producción de discursos: de lo que dicen los que dicen qué es y
no es, de lo memorable, de lo posible circunscrito al “universo-discurso”. Sin
embargo, también constituyen un elemento fundamental de los discursos en
resistencia y de aquellos que crean nuevas utopías. Insisto: desalinearse y
multiversarse reflexivamente implica comprender los lenguajes hegemónicos, reconocer
que somos capaces de producir otros, que ya lo hacemos y precisamos nombrarlos
completamente. La gestación de la vida toma tiempo y calidez. Las estructuras
del lenguaje y la mentalidad son de larga duración.
El 2012 produjo además
de esta imagen, una profunda ruptura política entre la sociedad y el Estado. Un
precipicio. Un trauma colectivo acentuado por el autoritarismo y los miles de
sacrificados, que fue seguido por una “cruzada nacional”, más muertos y el alza
en los precios de todas las cosas. Símbolo y religión, imagen y discurso, milenarios
cómplices culturales que se actualizan.
Después de las batallas simbólicas
que tuvieron lugar durante esos días en el espacio público y en el privado, concluí que luchaba por mi derecho a
participar en una forma de organización de la sociedad en la que no creo y que
involuntariamente defendía un orden cuya naturaleza es la exclusión. Buscaba la
raíz del miedo y la injusticia: el Renacimiento fue la cuna de la época cultural que vivimos, y se
alimentó de las antiguas culturas americanas sin nombrarlas: esa es otra deuda
pendiente que no saldará la Modernidad.
Esta postal de nosotros en el
Cuauhtémoc es una referencia a ese reclamo sobre el reconocimiento de nuestro
legítimo derecho a existir siendo distintos, porque ya existimos aunque no les guste a algunos. Es un recuerdo de lo felices que somos y podemos ser cuando estamos juntos, porque ese día fuimos muy felices aunque tampoco eso les guste. Es una huella, quizá una cicatriz, en la geografía
y en el calendario de nuestra generación.
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