25 febrero 2014
20 febrero 2014
La estructura de esta historia es complicada. Todas sus
versiones inician por el final, aunque el principio es bastante claro. En ella hay
varios personajes, algunos muertos y ninguna
bala.
Es una comedia. Ocasionalmente de
humor negro.
Y digo que la historia que no escribo, pero escribo, es una comedia, finalmente. Eso lo puedo comprender ahora que tengo delante de mí el final. Pero, el final es abierto. Creo que en realidad empezó otra historia y apenas me doy cuenta. En ésta, los personajes han dejado de luchar contra sus miedos y ahora enfrentan sus deseos.
Sí, de eso se trata, de deseo. Yo deseo, tú deseas, él desea. Nosotros deseamos y nos deseamos. Yo me amo. Tú te amas. Tú me amas. Nosotros amamos y nos amamos. (Fase oral). Al menos ya lo tenemos claro, yo lo tengo claro, y por eso es una historia distinta a la del miedo, donde todo estaba oculto y en la sombra. El problema había sido aprender a dar y recibir. Esta vez los personajes han aprendido a reconocer sus propios deseos y aquéllos de los otros, quieren dar y recibir. Es un deseadero que produce movimiento y hasta felicidad (energía vital).
El conflicto es resolver la manera de conquistar el deseo, de traerlo aquí; es decir, bajarlo de la nube de la imaginación, conducirlo hasta rebasar el instinto y sacarlo de la mente-corazón, del impulso. Lo distinto otro, esta vez, es que los personajes han sanado y todo es posible desde la libertad. Este es el segundo momento del conflicto, ése que nos muestra completos, la prueba de amor verdaderamente profunda: que tienen que aprender a Ser desde la libertad y la salud. Eso es contracultural en este momento de contextos esclavizantes. Pueden entonces equivocarse y eso es lo fascinante, el surfeo y la apertura a lo impredecible.
Sí, de eso se trata, de deseo. Yo deseo, tú deseas, él desea. Nosotros deseamos y nos deseamos. Yo me amo. Tú te amas. Tú me amas. Nosotros amamos y nos amamos. (Fase oral). Al menos ya lo tenemos claro, yo lo tengo claro, y por eso es una historia distinta a la del miedo, donde todo estaba oculto y en la sombra. El problema había sido aprender a dar y recibir. Esta vez los personajes han aprendido a reconocer sus propios deseos y aquéllos de los otros, quieren dar y recibir. Es un deseadero que produce movimiento y hasta felicidad (energía vital).
El conflicto es resolver la manera de conquistar el deseo, de traerlo aquí; es decir, bajarlo de la nube de la imaginación, conducirlo hasta rebasar el instinto y sacarlo de la mente-corazón, del impulso. Lo distinto otro, esta vez, es que los personajes han sanado y todo es posible desde la libertad. Este es el segundo momento del conflicto, ése que nos muestra completos, la prueba de amor verdaderamente profunda: que tienen que aprender a Ser desde la libertad y la salud. Eso es contracultural en este momento de contextos esclavizantes. Pueden entonces equivocarse y eso es lo fascinante, el surfeo y la apertura a lo impredecible.
...
Hoy le dije a mis alumnos que la práctica consistía en
escribir su propia historia, que era una invitación a convertirse en los autores
de su vida. Sus ojos revelaban sorpresa, una sorpresa que los llenaba de un
poder desconocido. Hubo sonrisas y algunas lágrimas contenidas ante el
presente. Hicieron muchas preguntas relacionadas con la escritura y la
estructura posible. En algunos descubrí un temor muy grande, en otros
resistencia. Estos últimos cuestionaron la pertinencia del proyecto, los más estaba
felices, esperanzados, maravillados. La trama que debía llevar su texto
narrativo era su preocupación central; entonces, hablamos del orden y del
lenguaje, del cuerpo y del contexto, del movimiento y del tiempo, del s o
n i d o y de la voz.
Para escribir, les dije, lo primero es respirar. Mientras respiremos todo es posible, después ya no. Al menos no aquí. Después hay que aprender a poner en orden las palabras que gravitan dentro de nosotros, en el cuerpo de la experiencia que somos. (La palabra es cuerpo, tiempo, experiencia: es vivencia y emoción). Pero, advertí, como estamos deshabituados a llegar al mar profundo de nuestra consciencia utilizamos, en este caso, recursos metodológicos de las ciencias sociales y de las técnicas de investigación. Así es, los acompaño en el proceso de investigación de sus propias vidas.
Diría que estamos próximos al sincretismo: a lo simbólico experienciado y significado. (Freno de mano. Lo propio sería una invitación a nombrar lo invisible). Nunca imaginé lo mucho que la literatura haría por mí en el salón de clases. Soy otra persona. La asumo. Por eso digo que el momento que esperaba tanto es éste. Llegué. Estoy sin pretextos. Ha sido intenso esto de la transformación. La literatura y el proceso de escritura han sido hermosos y sutiles aliados.
Para escribir, les dije, lo primero es respirar. Mientras respiremos todo es posible, después ya no. Al menos no aquí. Después hay que aprender a poner en orden las palabras que gravitan dentro de nosotros, en el cuerpo de la experiencia que somos. (La palabra es cuerpo, tiempo, experiencia: es vivencia y emoción). Pero, advertí, como estamos deshabituados a llegar al mar profundo de nuestra consciencia utilizamos, en este caso, recursos metodológicos de las ciencias sociales y de las técnicas de investigación. Así es, los acompaño en el proceso de investigación de sus propias vidas.
Diría que estamos próximos al sincretismo: a lo simbólico experienciado y significado. (Freno de mano. Lo propio sería una invitación a nombrar lo invisible). Nunca imaginé lo mucho que la literatura haría por mí en el salón de clases. Soy otra persona. La asumo. Por eso digo que el momento que esperaba tanto es éste. Llegué. Estoy sin pretextos. Ha sido intenso esto de la transformación. La literatura y el proceso de escritura han sido hermosos y sutiles aliados.
17 febrero 2014
La brisa cubre la playa. Es febrero. No logro dar contigo. Ni conmigo. Me detengo a contemplar las gaviotas estacionadas en la orilla. Las olas transparentes y chiquitas. Un pescador camina en el agua. Una mujer entrada en años está sentada sobre las piernas de su bato. Se besan como quinceañeros a escondidas y rapidito. Una mano aquí. Otra allá. Un tatuaje. Un castillito. Los niños se persiguen contentos. La niña corre en calzones. Hace frío. Al final hay una cruz de color rosa sembrada en la arena. Tiene escrita la fecha del día que murió ahogado un chamaco. Bajo una carpa platican dos parejas. Huele a mota. Recuerdo mi primera cerveza. Un carro con mucha gente. Las palapas viejas. Las construcciones abandonadas. Las casas vacías. Muchas piedras. Conchitas. Peces de tres ojos. Los letreros anuncian corrientes peligrosas.
Termoeléctrica.
(Estás borrado también de aquí).
Termoeléctrica.
16 febrero 2014
Anoche sólo queríamos ver el mundo desde las gradas. Nos sorprendieron un puñado de músicos locos y un contorsionista.
(Abajo, él. Bailaba como nadie. Abría la garganta y revolucionaba su plasticidad. Era otro, uno que no era yo y era yo. Volaba. Sí, el cuerpo se ilumina en esas frecuencias. Espectacular baila solo y no baila solo. Otro responde al mensaje, aunque permanezca en su silla. En el escenario nace y al bajar... Desaparece. Busca de reojo un contacto y alguien lo mira... siempre. Cuando ser nadie es insoportable, un guiño: esa pequeña y excitante dosis en respuesta. Un constante estado de locura acompaña la energía de una naturaleza artística).
(Abajo, él. Bailaba como nadie. Abría la garganta y revolucionaba su plasticidad. Era otro, uno que no era yo y era yo. Volaba. Sí, el cuerpo se ilumina en esas frecuencias. Espectacular baila solo y no baila solo. Otro responde al mensaje, aunque permanezca en su silla. En el escenario nace y al bajar... Desaparece. Busca de reojo un contacto y alguien lo mira... siempre. Cuando ser nadie es insoportable, un guiño: esa pequeña y excitante dosis en respuesta. Un constante estado de locura acompaña la energía de una naturaleza artística).
09 febrero 2014
En la sala una botella de vino desaparece lentamente y el humo del tabaco dibuja el territorio de los Lakota. Las velas sobre la mesita de centro son lo más próximo a La Danza del Sol.
Un hombre sueña otro mundo recostado en mi sofá. Se transforma en gato montés y sale a caminar entre las casas del barrio, en pájaro y sobrevuela Santa Fe de la Laguna, en hombre y sobrevuela la Ciudad de México.
Mi respuesta es siempre sí, a todas las posibilidades mágicas.
Yo la loca, la bruja loca, observo desde la tierra.
.
El baile empezó a la 1:30 am y terminó en la habitación. Este hombre me acomoda las plumas, las limpia. Me abre las alas. Su vibración revela que allá, fuera del todo, existe un lugar sin registro en mis bitácoras o en el almanaque onírico. Es un pájaro, así que le creo. Sabe cómo llegar, sonríe casi todo el tiempo y despierta sin los nervios anudados en la espalda. El, hace una fiesta para celebrarnos sin pronunciar una palabra. Un hilo de luz asciende sobre mi columna vertebral. Pronto saldremos volando por la ventana, sin miedo a las alturas o los aterrizajes, cada uno a su propio ritmo y velocidad.
Un hombre sueña otro mundo recostado en mi sofá. Se transforma en gato montés y sale a caminar entre las casas del barrio, en pájaro y sobrevuela Santa Fe de la Laguna, en hombre y sobrevuela la Ciudad de México.
Yo la loca, la bruja loca, observo desde la tierra.
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El baile empezó a la 1:30 am y terminó en la habitación. Este hombre me acomoda las plumas, las limpia. Me abre las alas. Su vibración revela que allá, fuera del todo, existe un lugar sin registro en mis bitácoras o en el almanaque onírico. Es un pájaro, así que le creo. Sabe cómo llegar, sonríe casi todo el tiempo y despierta sin los nervios anudados en la espalda. El, hace una fiesta para celebrarnos sin pronunciar una palabra. Un hilo de luz asciende sobre mi columna vertebral. Pronto saldremos volando por la ventana, sin miedo a las alturas o los aterrizajes, cada uno a su propio ritmo y velocidad.
08 febrero 2014
07 febrero 2014
Hoy recibí una cucharada de mi propio ego. Sí, ego. Miles de hormigas recorrieron los caminos de mi mente con piedras volcánicas encendidas sobre sus hombros. Querían hacer rodar mi cabeza o encenderme en llamas.
Sí, renuncié a ser esa mujer y algo se transformó en consecuencia.
Y está bien.
Mujer "Alterada" (rumbo a Rosarito, con estudiante de doctorado recién admitida en Berkeley).
Sí, renuncié a ser esa mujer y algo se transformó en consecuencia.
Y está bien.
03 febrero 2014
Vínculos
Hoy, para expresarme, sólo he podido bailar. Ayer pasé la tarde en el sofá leyendo sobre el cuerpo y la espiritualidad, escuchando a un lama hablar sobre el asunto de la benevolencia y la compasión; y, antes, sostuve una serie de encuentros y conversaciones sobre los ciclos vitales de la existencia, que me hicieron pensar en el elemento Fuego como fin y principio de la transformación de la materia. Dejé los documentos de mi proyecto de investigación en marcha sobre la mesa: logré desempolvarlos y encender mi persecusión sobre el fenómeno de los vínculos entre las personas. También, vi una película sobre resiliencia durante la época de la posguerra en Londres.
Las protagonistas de esta historia vivían juntas en una casa, huérfanas, cuidándose una a la otra, sin pasado, sin los apellidos de nadie para ser reconocidas por las hazañas o herencias de sus abuelos. Cada una tenía la oportunidad de iniciar su propio legado, con un apellido nuevo: de mujer. Tres de ellas se construyen a partir del amor entre hermanas, los cuidados de una huérfana mayor y otra mujer que podía ser su abuela, quien muy temprano en su vida decidió no casarse para cuidarlas. En ese proceso la educación gratuita que reciben en una escuela de arte ocupa un lugar primordial, ahí estudian danza, literatura y canto. Había otras dos, que pasaban de los cincuenta y más años, quienes eran profesoras jubiladas de la universidad: una era doctora en letras y la otra en matemáticas, habían logrado reunir un capital económico y simbólico para ser libres hasta donde fuera posible; éstas les daban clases a las más jóvenes, para que pudieran ingresar un día a la universidad. El mundo estaba lejos de ser un paraíso.
Había una más, que era una guapísima actriz y bailarina de teatro, quien enfrentaba una crisis de mediana edad porque estaba cerca de los cuarenta años, ya no le ofrecían papeles protagónicos y los hombres habían dejado de voltear a verla. Se pintaba el cabello constantemente, era feliz y, a veces, se ponía triste al pensar en el costo que su libertad había tenido, pues no tenía pareja ni hijos. Ella bailaba y cantaba todo el tiempo, se enamoraba de muchachitos, y algunas veces, de hombres incompletos: a los que les faltaba una pierna, un ojo, un brazo, o que estaban locos, por lo vivido en la guerra. Ella hizo una descripción del rostro de estos hombres: aún así, incompletos, los ojos y el rostro se les iluminaba cuando lograban sentir: amor, paz, compañía. Ella se enamoraba de seres fantasmales, hasta que se dio cuenta de que ella misma era una sobreviviente de esa guerra y que también se sentía incompleta. Acababa de hacer maletas para irse sin un rumbo explícito, con esa consciencia nueva de sí, cuando apareció un hombre completo, encanecido, tranquilo, al que ella apenas reconoció de tantas arrugas y paz que ahora tenía. Sí, te recuerdo. Eras el muchachito que me esperaba detrás del escenario.
Fuera de escena, el lama, en cambio, hablaba sobre el ser sintiente de la compasión y la benevolencia y del objeto de la compasión y la benevolencia; sobre el vínculo entre ellos, que algunas veces el ego nubla y genera un vínculo de compasión que detiene el crecimiento. Habló del niño o la niña benevolente, que algunas veces actúa en nosotros sin medir las consecuencias de la totalidad de las cosas; del niño o niña compasivo, que desde su consciencia infantil no conoce de límites sobre sí ni sobre el objeto de la benevolencia y la compasión. También dijo que en su interior profundo, el adulto sabe, pero no sabe algunas veces cómo escuchar y ese es el proceso: escuchar en el silencio del vacío, que es todo, la voz de nosotros mismos; y, practicar hacia sí la benevolencia y la compasión, actuando con respeto y sin juicio sobre lo que esa voz nos permite saber que necesitamos.
Después vino una lectura, otra, sobre el problema de los vínculos humanos, el cuerpo y el espíritu. Desde la experiencia, mis habilidades para ficcionar, la investigación desde la historia cultural de las emociones y la observación, desde mis experiencias amorosas con hombres y mujeres que han sobrevivido las guerras interiores y las sociales, sé que nuestro cuerpo, pensamiento, espíritu, se nutre de la energía vital de las otras personas, que una persona que recibe dosis pequeñas de amor o grandes dosis de amor durante su proceso de formación temprana es capaz de reconstruirse en esa misma medida, y que en esa misma medida da y recibe amor. Que es posible que una persona aprenda a recibir y dar amor en edad adulta, pero no sé cómo todavía. Esto tiene que ver con la inteligencia emocional, con el proceso de formación de la consciencia, del lenguaje, de LOS lenguajes y con la posibilidad de aprender nuevas estrategias y formular en la práctica de la vida material innovaciones y/o adaptaciones.
La idea de amor, el pensamiento sobre el amor, es una construcción cultural, es lenguaje, es imagen; sin embargo, detrás de esos discursos "incorporados" está la energía fundamental de la existencia, la energía vital excitada (en movimiento) deseosa, aún en su inconsciencia, de entrar en contacto con los nutrientes vitales de los otros cuerpos. La materia animada, la materia orgánica viva, la química orgánica, las moléculas, las membranas... Una membrana, que se abre y se cierra a la vida, que produce y es vida: el deseo primario de sobrevivir. Así de simple es el amor. Y cuando un ser viviente recibe amor, ese nutriente, su cuerpo, su mente, su espíritu, se transforma y vive; cuando no, lentamente, se enferma y muere por la falta de amor: de movimiento, de excitación vital: empieza a transformarse en cadáver.
Tengo nuevas preguntas sobre el tema de los vínculos, lo siento aquí, en la cabeza. ¿Qué sucede en la vejez? ¿Cómo es la muerte de un anciano feliz? ¿Qué es la muerte? Y estas preguntas y búsquedas son consecuentes con mi trabajo de investigación sobre la migración y los objetos trasladados, conservados, queridos, por las personas que reinician la vida en un nuevo territorio. Vínculos... sobre esas aguas navegaré y me sumergiré en los siguientes meses.
Las protagonistas de esta historia vivían juntas en una casa, huérfanas, cuidándose una a la otra, sin pasado, sin los apellidos de nadie para ser reconocidas por las hazañas o herencias de sus abuelos. Cada una tenía la oportunidad de iniciar su propio legado, con un apellido nuevo: de mujer. Tres de ellas se construyen a partir del amor entre hermanas, los cuidados de una huérfana mayor y otra mujer que podía ser su abuela, quien muy temprano en su vida decidió no casarse para cuidarlas. En ese proceso la educación gratuita que reciben en una escuela de arte ocupa un lugar primordial, ahí estudian danza, literatura y canto. Había otras dos, que pasaban de los cincuenta y más años, quienes eran profesoras jubiladas de la universidad: una era doctora en letras y la otra en matemáticas, habían logrado reunir un capital económico y simbólico para ser libres hasta donde fuera posible; éstas les daban clases a las más jóvenes, para que pudieran ingresar un día a la universidad. El mundo estaba lejos de ser un paraíso.
Había una más, que era una guapísima actriz y bailarina de teatro, quien enfrentaba una crisis de mediana edad porque estaba cerca de los cuarenta años, ya no le ofrecían papeles protagónicos y los hombres habían dejado de voltear a verla. Se pintaba el cabello constantemente, era feliz y, a veces, se ponía triste al pensar en el costo que su libertad había tenido, pues no tenía pareja ni hijos. Ella bailaba y cantaba todo el tiempo, se enamoraba de muchachitos, y algunas veces, de hombres incompletos: a los que les faltaba una pierna, un ojo, un brazo, o que estaban locos, por lo vivido en la guerra. Ella hizo una descripción del rostro de estos hombres: aún así, incompletos, los ojos y el rostro se les iluminaba cuando lograban sentir: amor, paz, compañía. Ella se enamoraba de seres fantasmales, hasta que se dio cuenta de que ella misma era una sobreviviente de esa guerra y que también se sentía incompleta. Acababa de hacer maletas para irse sin un rumbo explícito, con esa consciencia nueva de sí, cuando apareció un hombre completo, encanecido, tranquilo, al que ella apenas reconoció de tantas arrugas y paz que ahora tenía. Sí, te recuerdo. Eras el muchachito que me esperaba detrás del escenario.
Fuera de escena, el lama, en cambio, hablaba sobre el ser sintiente de la compasión y la benevolencia y del objeto de la compasión y la benevolencia; sobre el vínculo entre ellos, que algunas veces el ego nubla y genera un vínculo de compasión que detiene el crecimiento. Habló del niño o la niña benevolente, que algunas veces actúa en nosotros sin medir las consecuencias de la totalidad de las cosas; del niño o niña compasivo, que desde su consciencia infantil no conoce de límites sobre sí ni sobre el objeto de la benevolencia y la compasión. También dijo que en su interior profundo, el adulto sabe, pero no sabe algunas veces cómo escuchar y ese es el proceso: escuchar en el silencio del vacío, que es todo, la voz de nosotros mismos; y, practicar hacia sí la benevolencia y la compasión, actuando con respeto y sin juicio sobre lo que esa voz nos permite saber que necesitamos.
Después vino una lectura, otra, sobre el problema de los vínculos humanos, el cuerpo y el espíritu. Desde la experiencia, mis habilidades para ficcionar, la investigación desde la historia cultural de las emociones y la observación, desde mis experiencias amorosas con hombres y mujeres que han sobrevivido las guerras interiores y las sociales, sé que nuestro cuerpo, pensamiento, espíritu, se nutre de la energía vital de las otras personas, que una persona que recibe dosis pequeñas de amor o grandes dosis de amor durante su proceso de formación temprana es capaz de reconstruirse en esa misma medida, y que en esa misma medida da y recibe amor. Que es posible que una persona aprenda a recibir y dar amor en edad adulta, pero no sé cómo todavía. Esto tiene que ver con la inteligencia emocional, con el proceso de formación de la consciencia, del lenguaje, de LOS lenguajes y con la posibilidad de aprender nuevas estrategias y formular en la práctica de la vida material innovaciones y/o adaptaciones.
La idea de amor, el pensamiento sobre el amor, es una construcción cultural, es lenguaje, es imagen; sin embargo, detrás de esos discursos "incorporados" está la energía fundamental de la existencia, la energía vital excitada (en movimiento) deseosa, aún en su inconsciencia, de entrar en contacto con los nutrientes vitales de los otros cuerpos. La materia animada, la materia orgánica viva, la química orgánica, las moléculas, las membranas... Una membrana, que se abre y se cierra a la vida, que produce y es vida: el deseo primario de sobrevivir. Así de simple es el amor. Y cuando un ser viviente recibe amor, ese nutriente, su cuerpo, su mente, su espíritu, se transforma y vive; cuando no, lentamente, se enferma y muere por la falta de amor: de movimiento, de excitación vital: empieza a transformarse en cadáver.
Tengo nuevas preguntas sobre el tema de los vínculos, lo siento aquí, en la cabeza. ¿Qué sucede en la vejez? ¿Cómo es la muerte de un anciano feliz? ¿Qué es la muerte? Y estas preguntas y búsquedas son consecuentes con mi trabajo de investigación sobre la migración y los objetos trasladados, conservados, queridos, por las personas que reinician la vida en un nuevo territorio. Vínculos... sobre esas aguas navegaré y me sumergiré en los siguientes meses.
01 febrero 2014
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