Dentro de una casa que tenía una ventana larga, larga, estaba a punto de abrazar a un hombre, de tomar una decisión muy importante relacionada con él pero no estaba segura. Entonces pasó un león muy grande, hermoso, fuerte, de corona amplísima, que caminaba despacio hacia la izquierda del otro lado del cristal. Al fondo, brillaba el mar en azul turquesa y en sus pequeños espejos de agua avanzaba también el magestuoso. Ya mi único deseo era pasarle la mano por el lomo, seguirlo.
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