I
A nado libre crucé el mar hasta su otra orilla.
Eran las horas y su infinito silencio lo que en realidad me ahogaba.
Fui bajo las estrellas y la negrura del universo.
Vi un sol escondido en el océano profundo. Vi.
Mi cuerpo es muy pequeño para todo lo visto.
Mis lenguajes inútiles.
No hay precipicio, sólo tiempo.
II
En esta orilla las palabras son propiedad de un tiempo que agoniza.
Habla el mar. Habla el viento. Habla la tierra.
De muerte hablan nuestras creaciones.
¿Lloró Prometeo su cautiverio?
¿Ícaro mientras caía?
III
La veo, con su rostro de guerra. Pendular.
IV
Lo natural es la muerte.
Lo fijo no es.
V
¿Qué es la muerte?
VI
Todos los dioses habitan esta orilla. Juegan un partido en la arena. No hablan. Se entienden sólo a gestos. Las diosas lanzan la pelota. Suenan los caracoles atados a sus pies mientras corren.
Es de noche. Encienden un sol pequeño con leña y papel impreso.
Habla el fuego y todos asienten:
Somos dioses.
-Publicado en la revista electrónica Espiral.
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