A medio día desapareció el mar.
La tierra y todo era color sepia,
excepto unas ramas que brillaban de rojas.
Los espíritus marinos cabalgaban en la brisa a velocidad de pulpo,
en lenguas que no recuerdo algo decían.
Sí, algo. No sé qué.
Los niños jugaban a la pelota en el patio de abajo.
Se perseguían unos a otros como hormigas.
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