La alegría es una emoción relacionada con el placer,
el equilibrio y la calma. Produce reacciones corporales
observables y es al mismo tiempo resultado de reacciones orgánicas. En sus
definiciones se le distingue del júbilo, por la asociación del júbilo con una
emoción excesiva y descontrolada.
¿Cuáles serían las
consecuencias de una comunidad alegre? ¿Podemos aprender a vivir con alegría? ¿Cuáles
son los caminos que conducen hacia la alegría? ¿Cómo podemos construirlos?
La historia que conozco, casi
toda, la que se enseña, la que se replica, contiene odio, venganza, dolor,
tristeza y fracaso. Lo contrario es ir contracorriente. Un caso distinto, por ejemplo, es el
libro La conquista de América. El
problema del otro. Me parece que procura la justicia, la dislocación a
través de juegos de imágenes e incluso tiene un capítulo titulado “Amor”. Aún así, no trata el tema de la alegría.
En una ocasión pedí a mis alumnos del curso de Historia Cultural que clasificáramos las lecturas por las emociones desde las cuales eran producidas. Encontramos en muchas de ellas una búsqueda de justicia, de denuncia, también un deseo de libertad y de verdad, así como una herencia romántica –que fortalece el heroísmo–. Observamos cómo la historia y la memoria colectiva surgían desde la subjetividad, pero entonces no puse atención en la relación de esta característica con la reproducción de la no alegría y el subdiscurso o metahistoria vinculado a la novela.
Quizá soy yo, tal vez mi
pre-juicios buscan siempre “la paja en el ojo ajeno”. He conocido a muy pocas
personas felices en mi vida. Algunas experimentan periodos cortos de felicidad
inmensa y los llaman locos. Ser feliz y estar alegre cabe en el universo de Los anormales.
Desde la historiografía
hasta la vida cotidiana, ¿cómo alimentamos la no alegría a través de nuestras
prácticas discursivas? La historia es una selección de recuerdos colectivos que incluso desde el
pensamiento crítico conservan su vínculo con la modernidad desde abajo y desde ahí
siempre se es víctima.
Quiero incluir en mis clases un
módulo sobre la alegría. Estudiar la historia de la alegría, contar historias
de experiencias alegres y encontrar cómo se llegó ahí, qué se siente: hacer
proyectos sobre la alegría y sus rituales. Analizar la relación entre el cuerpo
y la alegría. Estoy convencida de que quienes mandan conocen todo esto y por
eso no nos dejan “ser alegres”. La alegría convoca la fortaleza, la esperanza y
la construcción del futuro. ¿Por qué quienes gobiernan lo hacen desde el miedo
y la tragedia? Pinches griegos: tragedia, comedia y democracia. Pinches
griegos.
¿Por qué no vivimos con alegría?
Me tiene loca estar viviendo tanta maldad. Pienso que a veces contribuyo a la tristeza replicando las noticias horribles que leo, que ese acto que en principio busca participar en la construcción de la libertad alimenta la esclavitud y el miedo de manera inconsciente. Al fin, las imágenes sobre la realidad son selecciones y configuraciones de un mundo hecho a modo.
Creo que vivimos en medio de una
guerra material y simbólica, que se sostiene de nuestra energía vital a través
del miedo, el dolor y la tristeza, que alimenta la soledad y el aislamiento. Lo
opuesto a la guerra es la paz, la paz existe cuando hay justicia, la justicia
cuando hay solidaridad, la solidaridad cuando nos reconocemos en las otras
personas, (como en un espejo, vemos una imagen que se nos asemeja). La
alegría se ha convertido en un producto y en el discurso del mercado las
emociones se venden. Desde esa lógica, la alegría es un bien para quien puede
pagarla.
¿Por qué es efímera nuestra
alegría? Quiero descubrir qué es la alegría y esas fisuras donde es
consecuencia del equilibrio personal y comunal. Siempre hay fisuras,
siempre.
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