27 noviembre 2012

Hoy vi a un grupo de muchachas manipular una situación a su favor apelando al poder de una cara que recién lavada deja ver con claridad unas mejillas color de rosa y la mirada infantil de quien miente.

Vi a un hombre de traje, perfectamente rasurado, que traía puesta una camisa arrugada de color azul, calzaba unos zapatos negros llenos de polvo, tenía una espinilla en la frente del lado izquierdo y procuraba la serenidad.

Vi enfurecer a la persona más dulce que he conocido.

Vi una rodilla que temblaba mientras su dueño me platicaba algo y descubrí que olvidé una invitación a tomar café y otra para beber una botella de vino. Vi a esta misma persona quedarse quieta sobre la silla contemplando las casas agarradas del cerro que está frente a mi oficina.

Vi en la lavandería a un cholo playero que olía a alcohol, a un hombre flaco que olía a tabaco y a una señora con el cabello desteñido que olía a downy. (A mí me olía la boca a centavo a las cuatro de la tarde).

Vi la sala de mi casa llena de fantasmas que conversaban mientras tomaban el té y una ventana de la que penden cinco estrellas de cristal.

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