04 marzo 2012

Iba rumbo a la playa cuando el carro boom! y humaderón. De por sí asustada más el grito de: ¡bájese se derrama algo!: frialdad de cuerpo. Reflejos de mujerbiónica apagué motor y tomé mi bolsa. Me alejé y vi bajar de sus autos a varios hombres. Uno sacó un extinguidor.

Todo en orden, todo en orden. De prenderse otra vez el foquito regrese.
Pinches mecánicos, casi me mató.


Esta ciudad sin carro puede ser una pesadilla decimos quienes lo tenemos. Ahora no sé, no sé, no estoy tan segura.

Han ocurrido cosas que me obligan a pedir ayuda y un poco de solidaridad, tengo vínculos fuertes y amorosos con las personas indicadas. Sin embargo, me sorprende la velocidad con la que una serie de no planeados modifica mi cotidianidad, me empuja a poner atención en lo que casi nunca observo y a resolver situaciones imprevistas una y otra vez -casi diario. Esa serie de no planeados me mantiene alerta y aquí, no me da ocasión para pucheros, elimina progresivamente mis caprichos, me arroja a la cara mi capacidad para enfrentar cosas nuevas y decidir.

Con seguridad su vida es más alegre y divertida. A mí me pasan estas cosas, de vez en cuando otras retebonitas y hasta mágicas.

Anoche me soñé en un camión de pasajeros, yo cargaba una mochila. Durante el día caminé por el Centro y disfruté mucho verlo iluminado por el Sol. Me gusta ver a las personas, hablar con ellas, comer de lo que venden en sus carritos. Me gusta detenerme a observar aparadores y locales como si nunca los hubiese visto. Me dejé sorprender por letreros absurdos, como uno del Municipio en la Avenida Revolución que dice: Prohibido escupir chicles.

El mundo es absurdo, le ponemos órdenes ridículos a los estantes, a las nomenclaturas, a los cerros, a las personas. Nos oponemos al caos sin pensarlo. Mi carro es una atadura, pagar por servicios que no necesito o pensar que tengo que lo que sea también. Yo quiero viajar de vez en cuando y tener un huerto, quiero vender abono para plantas y enseñar a hacer composta, suspender todas las citas y, sobre todo, en este momento, no necesitar un carro.

2 comentarios:

víctorhugo dijo...

A mí me truena el carro diario y eso que no tengo. Ayer me trepé a un bus nomás por treparme, a ver pa dónde agarraba. Ya ves que a uno no le alcanza el tiempo para perderlo. Y el bus me dejó a unos metros de un changarro que vende unos deliciosos sandwichotes con harto chile morrón y aceitunas muy negras. Y de ahí a caminar, meterse al cine, salir a caminar más. Uno que se trepa a los camiones para que no le truene el carro que de todos modos truena y eso que ni tengo. Y tenía no sé cuántas semanas sin pasear en bus (?). Lo bueno que no tronó.

Miriam García Aguirre dijo...

A ver si un día por casualidad nos bajamos en la misma esquina. Chance y coincidimos en unos tacos. Vaya usté a saber.
:)