Esta mañana tuve Coloquio, presenté mis avances de tesis. Estoy cursando otra maestría, esta vez en Cultura Escrita. Voy al Sor Juana desde el 2010 cada quince días, llevo dos materias por cuatrimestre. Ha sido un poco lento y he aprendido mucho. Empiezo a reconciliarme con los mundos académicos gracias a las personas que acá he conocido, me ayudan a comprender la relevancia de los buenos modos en el lenguaje y la justificación de los protocolos y las referencias. Y, desde luego, a darme cuenta de mis omisiones, mi des-in-formación y mi falta de lecturas que ahora considero básicas para alguien que como yo pretende escribir, ser historiadora, ser maestra, participar en la cultura política y en la transformación del mundo. Soy ignorante de una infinidad de cosas e intento combatirlo a través del amor que tengo por el conocimiento que sirve para vivir y expandir la consciencia (aunque a veces me entero de cada cosa...).
Eso de los coloquios y las presentaciones se me da rebien. Me apasiona compartir mi trabajo, me entusiasma, se me despliega la mente cuando lo hago: me conecto con el público, me paro, muevo las manos, me siento, saco papeles, le muevo al power point, a las carpeta de archivos, abro uno y otro, pongo un video o música, me encanta incluir fotografías, explicar diagramas y a veces, a según, sólo hablo. Pero, lo que disfruto más más es la retroalimentación. Me emociona la pertinencia de los comentarios porque observo que logré comunicarme de tal forma que mis escuchas procesan nuevas ideas para mis proyectos. Duro semanas procesando el discurso mentalmente, la presentación usualmente es una catarsis (así, una sensación por completo física y radial).
En fin, que experimento un montón de cambios estos días.
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