Heredaderas del colonialismo y de la formación de una nación imaginada para una élite, con aspiraciones francesas y después estadunidense, las prácticas de la cultura política en México no logran dar existencia a nuestra necesidad de soberanía.
No alcanzamos a vernos completos, a reconocernos como seres humanos que demanden libertad -quizá porque lo que nos amarra es invisible. Tenemos problemas de comunicación, es necesario ampliar nuestra consciencia y hacernos de un lenguaje que nombre nuestra totalidad.
La construcción de un nuevo proyecto de nación implica la revolución del modelo educativo. Apostar por la formación de ciudadanos capaces de expresarse implica desde ya que cada uno, me incluyo, nos reconozcamos como agentes de transformación que se transforman deliberadamente a pesar de todo y con un propósito claro.
¿Quién habla por nosotros? ¿Quién decide sobre nuestras vidas en común? ¿Por qué?
Si hasta ahí llegamos es necesaria la autocrítica sin latigazos. Queda manifiesta la urgencia de formarnos y ampliar nuestra percepción, de aprender a dialogar y a debatir.
Nuestro nivel educativo y político actual evidencia el éxito de las políticas sociales del siglo XX, orientadas en el contexto del capitalismo salvaje, a expropiarnos la capacidad de asumirnos ciudadanos del mundo y a exigir el cumplimiento de nuestros derechos fundamentales como seres humanos:
Tierra, Agua, Alimentación, Vivienda, Educación, Trabajo, Descanso, Comunicación, Información, Paz, Soberanía, Justicia, Amor y Libertad.
Por supuesto, sigo con AMLO
y desapruebo el formato establecido por el IFE para el debate a la presidencia de México.
Por supuesto, sigo con AMLO
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